Antes de nada, ¿qué es un manuscrito exactamente? Denominamos «manuscrito» al texto finalizado que un autor envía a una editorial para que se valore la posible publicación del mismo. Aunque el nombre pueda venir de «escrito a mano», es cierto que hoy en día se refiere a cualquier texto digitalizado y listo para la revisión y producción en forma de libro. Se diferencia de un borrador en que esta es la versión entregable pero no definitiva, es decir, no está preparada para que un lector la compre, pero la historia sí que está terminada.

Es el primer contacto ideal para que el editor considere la posibilidad real de publicar tu obra, por lo que una buena presentación lo es todo. Hay que tener en cuenta distintos puntos a la hora de enviar un buen manuscrito a una editorial de autopublicación.

Desde el plano visual son importantes:

  1. Una corrección mínima. Lo ideal sería intentar que no hubiera muchos errores ortográficos básicos, mandar el texto justificado, con unos márgenes correctos.
  2. Una tipografía legible. Preferiblemente tipos de letra claras, sin mucho ornamento y con un tamaño ni muy grande ni muy pequeño: Times New Roman 12 e interlineado de 1, 15 mm.

Desde el enfoque omnisciente:

  1. La sinopsis. Es muy importante que envíes una sinopsis junto con el resto de la obra, ya que, al igual que los lectores, los editores también aprecian un buen texto breve en el que el autor describe los elementos más destacables de su historia. Esto supone una especie de «sello de identidad» de la obra.

Desde el punto de vista de la cohesión y coherencia:

  1. Revisar la estructura general. Con esto se procura que el texto sea fluido, que cada capítulo siga un orden lógico y cada párrafo cumpla una función.
  2. Simplificar sin empobrecer. Esto no implica que pierdas parte de tu esencia recortando partes para que suenen más sencillas, sino que la información llegue de forma eficaz sin prescindir de tus características como escritor.

En una editorial literaria que no es de autopublicación existe el papel del lector editorial, que es el que hace la criba de textos con base en distintas funciones. Esta persona realiza una lectura de manuscritos con el fin de valorar la calidad y adecuación al catálogo de una editorial. Una vez realizada esa criba, es el editor quien decide lo que se publica y lo que no, así como en qué condiciones. Por el contrario, una editorial de autopublicación apuesta por autores y escritoras que creen en su propia obra más allá de la criba del editor. Aunque si es una editorial de autopublicación con vocación de ir creando un catálogo con criterio de calidad sugerirá al autor todo lo necesario para buscar la mejor edición. En la editorial no hacemos criba, pero sí concretamos un filtro literario para que la inversión del escritor y el trabajo del equipo lleguen a un buen puerto: la satisfacción de cada lector que se acerque al libro publicado.

A muchas editoriales les basta con una muestra de tres o cuatro páginas para comprobar si el manuscrito merece la pena o es válido acorde a la planificación de la editorial. Por el contrario, para el editor de Hebras de Tinta es crucial que el editor tenga a su disposición el texto completo, y a partir de ahí es cuando se da una valoración.

Como afirma nuestro editor: «cuando valoro un manuscrito procuro que no me cuenten nada», pues lo mejor en estos casos es no contar con la ayuda del autor mientras se lee su texto, ya que el se trata de que el editor conciba la obra como se la encontrará el lector anónimo, así como lo que esta obra necesita para que se entienda en todos sus aspectos: contenido y forma.

Y… recuerda. Toda inclinación por escribir y publicar debe tener cabida. Todo autor merece una oportunidad para que los lectores puedan apreciar su ingenio y predisposición a crear literatura.

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