Una labor glamurosa para unos y un trabajo de locos para otros, el editor coordina una compleja red de responsabilidades cuyo resultado ha de ser una edición de calidad literaria. Esto debiera ser igual en la autopublicación y en la edición tradicional

No es lo mismo editar y publicar

En español no existe una palabra que distinga ambos términos, como sí ocurre en inglés.

Ser editor es una profesión muy polifacética y que ha de abarcar cada tramo que lleva a un manuscrito hasta su publicación. Esto es lo que le da criterio para aconsejar, decidir y, llegado el caso, rechazar ciertas prácticas incluso en detrimento de lo empresarial. A la larga, es aquí donde se vislumbra un buen editor.

Publicar un libro no siempre lleva aparejado tener un editor detrás. De hecho, muchos títulos son autopublicados en una cadena de producción y servicios que luego se ensamblan en la impresión. Esto se nota en la incoherencia de las partes de la edición, puesto que la portada se hizo sin conocer el contenido, el maquetador usó una plantilla y el texto está repleto de erratas al no hacerse una revisión ortográfica profesional.

 

 

Una edición ha de ser cultura

La raíz latina de del verbo “editar” es edere, que significa sacar, alumbrar, dar a luz. Y eso es justo lo que ha de hacer un editor en colaboración con el escritor. Este último es el que genera la creación, la engendra y la trae a la vida. El editor es un profesional con los recursos necesarios para que este alumbramiento (público) se lleve a cabo de la mejor manera posible. Para ello hay que conocer al creador y su obra.

 

 

El editor ha de escuchar al escritor y ambos han de pensar en el lector

Un editor ha de fomentar buenas relaciones con sus autores. Conocerlos y escucharlos es fundamental para crear ediciones personales y no meros productos. Un editor no debe trabajar de espaldas a sus escritores y escritoras. Si en algún momento se da esta circunstancia es mejor dar por cancelada la relación.

Así mismo, un editor ha de dar forma a la creación escrita, traerla desde la subjetividad del escritor hasta el plano de proyecto real. Para ello, además de buen criterio, ha de rodearse de buenos profesionales con los que contar más allá del estricto círculo empresarial. El editor ha de enamorar a sus maquetadores, ilustradores, correctores, diseñadores… de la obra en la que van a trabajar juntos. Además, ha de hacer partícipe a los escritores y escritoras de este ambiente creativo, literario y cultural.

 

 

“Tras más de veinte años trabajando en la edición he de decir que no he tenido

mejores maestros que aquellos autores noveles que venían cargados

de ideas imposibles y que había que hacer realidad”

Paco Melero. Editor de Hebras de Tinta

Foto realizada por Nayara Rubio. VER MÁS CREACIONES DE NAYARA